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Mirar al amanecer: una breve pincelada de la orientación cartográfica y su utilidad para la lectura bíblica

Dejar que salga el sol
Cuando los antiguos hebreos despertaban en el desierto, su primer gesto era buscar la línea donde rompía la luz. Ese punto —el qédem (קֶדֶם), «lo que está delante» y, al mismo tiempo, «el oriente»— definía automáticamente las restantes direcciones: la derecha (yāmîn (יָמִין) / Temán (תֵּימָן)) señalaba el sur, la izquierda (śemōl (שְׂמֹאל) / ṣāfōn (צָפוֹן)) el norte y la espalda quedaba para el occidente (yam (יָם) / maʿărāb (מַעֲרָב)). Esa lógica impregna la narración bíblica: Dios planta el Edén «hacia el oriente» (Gn 2.8); el Tabernáculo abre su entrada al este (Ex 27.13); las tribus acampan con Judá «frente» al santuario (Nm 2.3); la gloria vuelve al templo «por la puerta que mira al oriente» (Ez 43.1‑2). El oriente no es un simple punto de la rosa náutica, sino el lugar teológico de la vida y de la presencia divina. Perder el alba equivalía a quedar literalmente des‑orientado, término que procede del latín oriens, «levantarse».
Huellas de piedra, pergamino y mosaico
A mediados del siglo VI d. C., los cristianos de Madaba (actual Jordania) plasmaron esa costumbre en el pavimento de su iglesia: un mosaico de más de veinte metros donde la Puerta Norte de Jerusalén aparece a la izquierda porque arriba está el amanecer.La misma pauta reaparece en los mappae mundi medievales: el ejemplar de Hereford (c. 1300) coloca a Jerusalén en el centro de un círculo cuyo "techo" oriental cobija el Paraíso y el Juicio Final. Los cartógrafos islámicos optaron por otra convención igualmente teológica: al‑Idrīsī dibujó su Tabula Rogeriana (1154) con el sur arriba, para situar La Meca en la mitad superior del disco.Conclusión: decidir qué punto «mira» el mapa no depende de la física, sino de la fe, la política o la pedagogía.
Mosaico de Madaba. Aunque sea del s. VI, preserva una tradición mucho más antigua reflejada ya en Génesis y Ezequiel.
El día en que el norte trepó a la cima
Durante la Baja Edad Media, los marinos mediterráneos adoptaron la brújula: un imán que señala el norte sin preguntar por el alba. Los portulanos italianos y catalanes empezaron a dibujar rosas de 32 vientos cuyo eje principal coincidía con la aguja. Cuando Europa se lanzó a los océanos (siglos XIV‑XVII), la convención norte‑arriba facilitó al piloto alinear la carta náutica con su instrumento.Siglos después, la cartografía académica consagró esa práctica. «Utilidad» y «neutralidad» pasaron a parecer sinónimos, y la dimensión simbólica del oriente quedó relegada a piezas de museo.
El norte: dirección de amenaza y rebelión
En las Escrituras, el norte (ṣāfōn, צָפוֹן) no solo señala una ubicación geográfica, sino que concentra un simbolismo de oposición y amenaza, tanto en el ámbito terrestre como en el celestial. En la historia bíblica, las grandes invasiones enemigas solían entrar a la tierra de Israel desde el norte. Aunque imperios como Babilonia se hallaban al este, las rutas naturales de invasión los llevaban a bordear el desierto y penetrar desde el norte, convirtiendo esa dirección en sinónimo de peligro:
  • Jeremías 1.14: Del norte se derramará la desgracia sobre todos los habitantes de la tierra.
  • Ezequiel 26.7: Porque, dice Adonai YHVH, he aquí traigo del norte contra Tiro a Nabucodonosor rey de Babilonia...
Pero más allá del plano histórico, el simbolismo del norte se proyecta hacia el conflicto espiritual. En Isaías 14, el adversario celestial declara su intención de usurpar el trono de Dios:
  • Isaías 14.13-14: Subiré a los Cielos, junto a las estrellas de Dios haré levantar mi trono y me sentaré en el monte de la asamblea; subiré sobre las altas nubes, en el flanco norte y me haré semejante a Elyon.
Aquí, el «monte del norte» parece aludir al monte Safón, lugar sagrado del dios Baal, según los textos ugaríticos. La escena describe así un intento deliberado de tomar el lugar divino, no solo en altura, sino en orientación. El norte, entonces, encarna el eje simbólico del orgullo, la rebelión y el desafío al gobierno de YHVH.
Curiosamente, el mismo término se resignifica en el Salmo 48:
  • Salmo 48.2: Hermosa elevación, gozo de toda la tierra; Monte Sión, vórtice del Aquilón*, ciudad del gran Rey.
  • *Aquilón... Lit. los lados del norte. Esto es, el centro del viento huracanado que proviene del norte.
Allí, Dios reclama para Sion el simbolismo del norte, como acto de soberanía. Lo que antes representaba usurpación y amenaza, es ahora la morada legítima del Rey verdadero.
Esta tensión entre el norte como amenaza y el norte como trono recuperado recorre toda la Biblia, desde el Éxodo hasta el Apocalipsis. Así, la cartografía simbólica del texto sagrado no es neutral: cada punto cardinal se convierte en escenario de revelación y conflicto.
Volver a girar el papel: la propuesta de la BTX
La Biblia Textual recupera la orientación este‑arriba en sus mapas por tres razones:
  • Fidelidad contextual: ayuda al lector a experimentar el texto como lo habría hecho un israelita o un judío del Segundo Templo, cuya mirada natural era el amanecer.
  • Claridad pedagógica: las indicaciones «delante, derecha, izquierda» coinciden de forma intuitiva con la disposición gráfica.
  • Memoria simbólica: restituye el vínculo entre luz, vida y promesa divina que atraviesa toda la Escritura.
Un ejemplo práctico: el campamento de Números 2
El relato distribuye las tribus en cuatro bloques alrededor del Tabernáculo. Con un plano norte‑arriba, muchos lectores modernos colocan instintivamente a Judá a la derecha, Rubén abajo, Efraín a la izquierda y Dan arriba. Sin embargo, el hebreo dice otra cosa:
Dirección hebrea
Tribu cabecera
Posición correcta con mapa este‑arriba
Posición habitual en mapa norte‑arriba
Qédem (este)
Judá
Arriba (frente a la entrada)
Derecha
Temán (sur)
Rubén
Derecha
Abajo
Yam (oeste)
Efraín
Abajo
Izquierda
Ṣāfōn (norte)
Dan
Izquierda
Arriba
Al girar el mapa 90°, el lector «ve» a Judá guardando la puerta del santuario, a Rubén protegiendo el flanco derecho y así sucesivamente; el simbolismo de honor y preeminencia se vuelve transparente sin notas críticas.
Disposición de las tribus según los puntos cardinales
Otros textos que cobran relieve
Ezequiel 40‑48: las medidas del templo futuro se despliegan desde la puerta oriental. Con un plano este‑arriba, la procesión de la gloria divina avanza literalmente hacia el lector.
Mateo 24:27: «Porque como el relámpago sale de oriente y brilla hasta el occidente, así será la venida del Hijo del hombre». Un creyente que internaliza la orientación bíblica entiende que la metáfora traza una línea vertical —de arriba abajo— y no horizontal.
Epílogo: enderezar la mirada
La orientación es siempre una convención cultural. Otras civilizaciones situaron norte o sur en la parte superior; cada opción responde al propósito y al mensaje que se desea transmitir. Un atlas bíblico, al buscar alinearse con la Escritura, coloca el este‑arriba porque esa es la referencia que el texto revela y privilegia. El norte‑arriba informa, pero puede velar el símbolo. No altera los datos topográficos, pero sí puede hacer menos evidente el mensaje teológico. Girar el papel, por tanto, es un recurso didáctico que ayuda a oír mejor la voz del pasaje. La elección de orientar un mapa no es neutra: expresa dónde creemos que nace la luz. El relato bíblico comienza con un acto luminoso, la separación de la luz y las tinieblas (Gn 1.3‑5), y culmina en la visión de una ciudad donde «ya no habrá noche… porque el Señor Dios resplandecerá...» (Ap 22.5). Hablamos de un gran arco narrativo que se abre con el primer amanecer y se cierra con un amanecer definitivo —uno que ya no dará paso a otra noche, sino a la plenitud eterna. No describimos un ciclo literal de anochecer‑amanecer‑anochecer, sino un proceso que va de la primera luz creada a la luz inextinguible del fin de los tiempos. Esa es la «mayor historia» que enmarca todo el mensaje bíblico y que nuestros mapas, al girarse hacia el oriente, evocan simbólicamente.
Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dice YHVH. (Is 55.8). Tal vez por eso, cuando el mundo parece extraviado, vale la pena preguntar primero por dónde sale el sol.
Bibliografía
  • Brotton, Jerry. Historia del mundo en 12 mapas. Debate, 2014.
  • Harley, J. B., y D. Woodward (dirs.). The History of Cartography. University of Chicago Press, 1987–.
  • Rosselló i Verger, Vicenç M. «La carta de navegar. Un instrumento mediterráneo de amplia difusión». Medievalismo 21 (2011): 55–79. (digitum.um.es)
  • Thrower, Norman J. W. Maps and Civilization: Cartography in Culture and Society. 4.ª ed., 2020.
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