‘Ungido’ como conexión
- La correcta traducción, que la transliteración soslaya, conducirá al lector actual en cada aparición del término a las promesas del Tanaj (Viejo Pacto) dadas a Israel, y le recordará que la buena noticia (euaggélion) está dirigida «al judío primeramente, y también al griego» (Ro 1.16), «porque la salvación viene de los judíos» (Jn 4.22). He aquí algunos ejemplos:
- Una de esas promesas se vislumbra en el anuncio del nacimiento de Jesús por los ángeles, y es citada directamente por los sacerdotes y escribas que le respondieron a Herodes, e indirectamente por la multitud que se preguntaba si estaba frente al Ungido: « ¡Hoy os ha nacido en la ciudad de David un Salvador, que es el Ungido Señor!» (Lc 2.11); «Y habiendo convocado a todos los principales sacerdotes y a los escribas del pueblo, les preguntaba dónde había nacido el Ungido. Y ellos le dijeron: En Bet-Léjem de Judea, porque así está escrito por el profeta: Y tú, Bet-Léjem, tierra de Judá, de ningún modo eres la menor entre los príncipes de Judá, porque de ti me saldrá un príncipe que apacentará a mi pueblo Israel.» (Mt 2.4-6); «Otros decían: ¡Este es el Ungido! Pero otros decían: ¿Acaso el Ungido viene de Galilea? ¿No dice la Escritura que el Ungido viene de la descendencia de David y de Bet-Léjem, la aldea de donde era David?» (Jn 7.41-42). Todos ellos se referían a la profecía de Miqueas 5.2: « Pero tú, Bet-Léjem, casa de Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Caudillo en Israel, cuyas salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad». Y Jesús declara ser ese Ungido y Caudillo prometido a Israel: «uno es vuestro Caudillo: el Ungido» (Mt 23:10b). El tiempo señalado de su advenimiento había sido anunciado a Daniel en forma exacta: «Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y reedificar a Jerusalén hasta el Ungido Príncipe, habrá siete semanas y sesenta y dos semanas.» (Dn 9.25a).
- Pedro dice de Jesús de Nazaret que «Dios lo ungió con el Espíritu Santo y poder» (Hch 10.38a), porque «al descender sobre él el Espíritu Santo en forma corporal, como una paloma, surgió una voz del cielo: Tú eres mi Hijo amado, en ti me complací» (Lc 3.22); y Juan el Bautista dio testimonio sobre este ungimiento, cuando dijo: «He contemplado al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y permaneció sobre él» (Jn 1.32).
- En la sinagoga Jesús confiesa haber sido ungido por el Espíritu del Señor, dando por cumplida en sí mismo la profecía de Isaías 61.1-2a: « Y fue a Nazaret, donde había sido criado, y conforme a su costumbre entró en la sinagoga en el día del shabbat, y se levantó a leer. Y le fue entregado el rollo del profeta Isaías; y habiendo desenrollado el volumen, halló el lugar donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, por lo cual me ungió para dar buenas noticias a los pobres: me ha enviado a proclamar libertad a los cautivos, y recuperación de la vista a los ciegos, para enviar a los oprimidos en libertad, a proclamar el año favorable del Señor. Y habiendo envuelto el rollo, lo devolvió al asistente, y se sentó. Y los ojos de todos en la sinagoga es-taban fijos en él. Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura en vuestros oídos.» (Lc 4.16-21). A ese mismo pasaje hizo referencia, como también a Is 35.5 y 42.7, cuando respondió la pregunta del Bautista a sus enviados sobre su identidad: « Entretanto Juan, cuando oyó en la cárcel las obras del Ungido, envió a decirle por medio de sus discípulos: ¿Eres tú el que viene o esperaremos a otro? Y respondiendo Jesús, les dijo: Id, e informad a Juan las cosas que oís y veis: ciegos ven y cojos andan, leprosos son limpiados y sordos oyen, y muertos son resucitados y a los pobres se les está anunciando la buena noticia» (Mt 11.2-5). Porque al mencionar los milagros y en primer lugar el de dar vista a los ciegos, sabía que Juan lo identificaría en forma indubitable como el Ungido de Dios. El pueblo también tuvo en cuenta estas señales, porque «muchos de la multitud creyeron en él y decían: Cuando venga el Ungido, ¿hará acaso más señales que las que este hizo?» (Jn 7.31).
- También el Señor Jesús confrontó a los escribas y fariseos con el pasaje de Salmos 110.1, 5: «Y tomando la palabra, Jesús les preguntaba en el templo: ¿Cómo dicen los escribas que el Ungido es hijo de David? David mismo dijo movido por el Espíritu Santo: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies. David mismo lo llama Señor, pero, ¿de dónde es su hijo?» (Mr 12:35-37; par. Mt 22.41-46; Lc 20.41-44).
- La samaritana informó a sus conciudadanos: «¡Venid! ¡Ved a un hombre que me dijo todo lo que hice! ¿No será este el Ungido?» (Jn 4.29), refiriéndose a la promesa de Dt 18.15: «YHVH, tu Elohim, te levantará un profeta de tus hermanos, como yo. A él escucharéis.»
- Cuando Jesús anunció que iba a ser levantado en alto sobre la tierra, dando a entender de qué clase de muerte iba a morir, la gente le dijo: «Nosotros aprendimos de la ley que el Ungido permanece para siempre. ¿Cómo dices tú: Es necesario que el Hijo del hombre sea levantado?¿Quién es este Hijo del hombre?» (Jn 12.30-34), porque tenían presente el reinado perpetuo del descendiente de David según las profecías de Gn 49.10a; 2S 7.12-13, 16 e Is 9.6-7; pero con la pregunta sobre el Hijo del hombre manifestaron desconocer la referencia escondida en Daniel: «Proseguí mirando en las visiones nocturnas, y he aquí con las nubes de los cielos venía uno como hijo de hombre, y llegó hasta el Anciano de días, y lo hicieron acercarse ante él. Y le fue concedido señorío, gloria y un reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas lo sirvieran. Su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será jamás destruido.» (Dn 7.13-14). También de ese pasaje hablaba Jesús cuando fue interrogado antes de ser crucificado: «Entonces el sumo sacerdote le dijo: ¡Te conjuro por el Dios viviente que nos digas si tú eres el Ungido, el Hijo de Dios! Jesús le dice: Tú lo dijiste; pero os digo: desde ahora veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Poder, y viniendo sobre las nubes del cielo.» (Mt 26.63-64).
- Ya en el madero, uno de los malhechores le dijo: «¿No eres tú el Ungido? ¡Sálvate a ti mismo y a nosotros!», porque cualquier judío sabía que el Mesías salvaría a Israel: «El que redime vendrá a Sión, y quitará de Jacob la impiedad, dice YHVH» (Is 59.20); «Saliste para salvar a tu pueblo, para salvar con tu Ungido» (Hab 3.13a). Y su sacrificio sucedió en tiempo y forma según fue anunciado: «Después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Ungido, mas no por sí.» (Dn 9.26a).
- Una vez resucitado, a los caminantes hacia Emaús «les abrió la mente para que entendieran las Escrituras, y les dijo: Así está escrito, que el Ungido padecería, y resucitaría de entre los muertos al tercer día, y que en su nombre se proclamara el arrepentimiento para liberación de pecados a todas las naciones, comenzando desde Jerusalén» (Lc 24.45-47), según lo profetizado en Sal 32.5; Is 42.1-9; 53. Pedro lo manifestó ante el Sanedrín: «El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándolo en un madero» (Hch 5.30), con referencia a Dt 21.21b, el mismo pasaje que toma Pablo para decir que «el Ungido nos redimió de la maldición de la ley al hacerse maldición a favor de nosotros (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero)» (Ga 3.13).
- El siguiente pasaje hace referencia a una promesa relacionada con el futuro Mesías, el ‘Ungido de Dios’, donde se profetiza su venida para cumplir un papel especial en el plan de Dios para la redención y la salvación: «Yo, en cambio, levantaré para mí un sacerdote fiel que actuará conforme a mi corazón y a mi alma, y le edificaré casa firme, y él andará todos los días delante de mi Ungido» (1S 2.35). Ese Ungido tendrá un reino eterno, según el Salmo 45.6-7 que se cita Hebreos 1.8-9: «Pero respecto al Hijo: Tu trono, oh Dios, es por los siglos de los siglos, cetro de equidad es el cetro de tu Reino; amaste la justicia y aborreciste la iniquidad; por eso te ungió, oh Dios, el Dios tuyo, con óleo de alegría más que a tus compañeros».